La Habana, 26 ene (PL) El nombramiento de Elliott Abrams, un prominente neoconservador, como enviado especial para Venezuela reafirma que Estados Unidos apuesta por la agresión para destruir a la Revolución Bolivariana.
El nombramiento, anunciado el viernes por el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, hace prever que las experiencias de estrategias y planes utilizados contra Nicaragua en la década de los 80 se calquen en la guerra abierta y encubierta contra el gobierno constitucional del presidente Nicolás Maduro.
Pareciera una apuesta desesperada del presidente Donald Trump, quien en 2017 rechazó la candidatura de esta «eminencia gris» para ser subsecretario de Estado después de enterarse de que Abrams lo había criticado.
La participación del personaje en el escándalo Irán-Contra para terminar con la Revolución Sandinista resalta en su prontuario y lo lleva a ser parte de la jugada estadounidense en su política contra Caracas.
Tras reiterados fracasos en los que no faltaron los aprestos bélicos en la frontera colombiana, donde Washington tiene varias bases militares, la Casa Blanca insiste en desconocer la legitimidad del gobierno de Maduro y en su más reciente empeño reconoció al dirigente opositor Juan Guaidó como el «presidente interino» del país.
Ahí entra a la escena Abrams. «Esta crisis en Venezuela es profunda, difícil y peligrosa, y no puedo esperar para ponerme a trabajar», dijo el neoconservador al posicionarse para un trabajo en el que cuenta con su experiencia en las administraciones de Ronald Reagan y George W. Bush.
Este funcionario es considerado un halcón en círculos políticos estadounidenses, es ferozmente pro-israelí, fue asesor adjunto de seguridad nacional en el gobierno de Bush y fue fundamental en la política Washington en el Medio Oriente, incluido su apoyo a la invasión de Irak.
Más cercano a Venezuela destaca su apoyo a un intento de golpe militar en Venezuela en 2002, cuando la derecha local con apoyo estadounidense intentó sacar del poder al presidente Hugo Chávez, a quien los militares bolivarianos restituyeron en Miraflores, la casa presidencial.
Experiencia en aprestos subversivos no le faltan pues ocupó varios cargos en el Departamento de Estado bajo la presidencia de Ronald Reagan, incluido el secretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental.
Es ampliamente conocido porque fue uno de los más fieros defensores dentro de la administración de Reagan en su apoyo armado a los rebeldes nicaragüenses y, por lo tanto, se vio envuelto en el escándalo Irán-Contra.
Asimismo, en 1991, se declaró culpable de dos delitos menores de retener información del Congreso sobre esfuerzos secretos para ayudar a los rebeldes pero Bush lo perdonó al año siguiente.
Al nombrarlo, Pompeo dijo que «será un verdadero activo para nuestra misión de ayudar al pueblo venezolano a restaurar por completo la democracia y la prosperidad en su país», algo que pudiera traducirse en una intensificación de los planes de agresión armada.
En los últimos meses varias denuncias muestran que existen planes militares y entrenamientos de mercenarios en zonas de Perú, Colombia y otros países.
En los informes aireados se habla de reuniones de opositores en secreto con el gobierno estadounidense de Donald Trump en 2018 para discutir los planes que tenían para intentar derrocar al gobierno de Maduro.
Ahora, con la presencia de Abrams, estos planes se intensificarán y el halcón volará para clavar sus garras en la tierra de Simón Bolívar y restaurar golpes de Estado e intervenciones extranjeras en la región.
En ese escenario, destaca la invitación de Guaidó a los militares para que se sumen a la política de la Casa Blanca.
Sin embargo, Vladimir Padrino López, general del ejército y ministro para la Defensa, subrayó que los militares venezolanos mantenían su respaldo a Maduro y que era risible que Guaidó se autoproclamara presidente.